Dentro de poco este blog cumplirá dos años. Son muchos posts publicados –más de ochenta- en los que se han tratado todos los temas imaginables, y algunos inimaginables, sobre las Hermandades y Cofradías. Eso supone que se ha ido creando un “cuerpo doctrinal” al que ahora se puede recurrir para desarrollar ideas que, en su día, quedaron apenas esbozadas.
En diciembre de 2014, en un post titulado ORGANIZACIONES DE PERSONAS, decíamos: “Para sacar una hermandad adelante hacen falta horas de trabajo eficaz, con rigor y metodología adecuadas a las distintas funciones y tratando de innovar, para hacer que la actuación de la Junta de Gobierno sea cada vez más eficiente.”
Pues sí, aunque suene raro es necesaria la innovación en las hermandades. Innovar no es inventar cosas nuevas, ni hacer experimentos: es hacer mejor, de manera más eficaz y eficiente, lo que hay que hacer.
Para innovar es necesario, en primer lugar, tener muy claro cuál es el fin de una Hermandad; analizar el entorno, mediante la propia observación y la escucha atenta a los hermanos; identificar las necesidades y saber dar respuesta a ellas.
A veces falla lo fundamental: identificar cuál es el fin de una Hermandad. Tanto el Código de Derecho Canónico, como las Normas Diocesanas y, seguro, las Reglas de cada Hermandad, lo enuncian de forma rotunda: promover el Culto Público. A partir de aquí se desarrollan los demás fines. La participación en el culto público es la que perfecciona a los hermanos, en la medida en que éstos “se dejan hacer por Dios” a través de la gracia que se transmite en la participación en el mismo. Para un cristiano, para el hermano de una Hermandad, la correspondencia a la gracia es el mejor modo de construir la propia personalidad, que se refuerza en la medida en que la Hermandad le proporcione además medios de formación y ocasiones de vivir la caridad, lo que le llevará a influir cristianamente en su entorno.
Definido el “para qué” de una Hermandad, que es inalterable en el tiempo, sólo queda decidir el “cómo” gestionar la misma para alcanzar sus fines en cada momento y situación social.
Eso es innovación: claridad en los fines; análisis global del entorno; propuesta de actuaciones para conseguir esos fines en cada nuevo escenario; liderazgo para conducir las actividades. Sin temeridad y sin miedo al error, porque puede haber errores; pero también capacidad de rectificación inmediata.
Escuchando a los hermanos y haciendo las cosas de forma sencilla, porque la complejidad es enemiga de la calidad en el servicio a la Hermandad.
Y lo más importante: ponderando antes las decisiones con la Virgen y su Hijo, los titulares de la Hermandad. La innovación siempre debe ir avalada por la oración personal del Hermano Mayor, en la que ha de fundamentar su liderazgo.