¿Liderazgo a corto o a largo plazo?

Hace pocos días estuve internado en una clínica para someterme a una intervención quirúrgica, más molesta que grave. Casualmente (o providencialmente) esos días, en la misma clínica, nacía un nuevo hermano de mi Hermandad y su padre lo subió a mi habitación apenas a las dos horas de nacer. Además de alegría, esa visita me transmitió una gran carga de responsabilidad. Al tomar en brazos al futuro hermano me vino a la cabeza una idea leída recientemente en una revista profesional: «Faltan líderes capaces de dedicarse al servicio público pensando en las próximas generaciones y sobran los instalados en el cortoplacismo y que sólo piensan en ganar las próximas elecciones». El autor del artículo era Steve Jarding, profesor de Harvard especialista en liderazgo político. Con muy pocos retoques puede ser aplicada a nuestras hermandades: “Faltan hermanos mayores capaces de dedicarse al servicio de su Hermandad pensando en las próximas generaciones y sobran los instalados en el cortoplacismo que sólo piensan en ganar las próximas elecciones”. En los meses comprendidos entre mayo y diciembre tienen fijados los Cabildos de Elecciones la mayoría de las hermandades. En este periodo raro es el mes en que una o dos hermandades no celebran elecciones. En ellas se ve de todo. En la mayoría, afortunadamente, todo transcurre de forma serena, como corresponde y una vez celebradas las elecciones la vida la Hermandad continúa como siempre. Los problemas vienen cuando las elecciones se celebran “a cara de perro”, con modos absolutamente impropios de una “asociación pública de fieles de la Iglesia Católica”; cuando el cortoplacismo que tiene como objetivo final ganar las elecciones se impone a la visión serena de lo más conveniente para las próximas generaciones; cuando, en definitiva, no se busca el bien para la Hermandad y para las próximas generaciones, sino ocupar el sillón de Hermano Mayor, objetivo que se agota en sí mismo, para satisfacer no se qué aspiraciones personales, o tratar de solucionar carencias de personalidad. Pero ser Hermano Mayor es servicio, no terapia. Afán decidido de servicio que supone el ejercicio de la generosidad, altura de miras, comprensión, flexibilidad, prudencia, sencillez, serenidad, responsabilidad y también audacia y fortaleza. Lo contrario a egoísmo, cortedad de miras, rigidez en lo accesorio, imprudencia, afectación, apasionamiento descontrolado, falta de responsabilidad, pusilanimidad y debilidad. Un buen test de cara a las elecciones que se pudieran celebrar en cualquier hermandad en los próximos meses es valorar a los candidatos a partir de estas cualidades que garantizan liderazgo a largo, preocupación por las próximas generaciones, no por el día después. Ése es el criterio de selección, no el merchandaising electoral. Y esto también vale para las elecciones al Consejo