ORGANIZACIONES DE PERSONAS

 

Volvemos sobre un tema que ya hemos hablado otras veces de forma tangencial: la necesidad de  adquirir una visión global de las hermandades, no parcial y sesgada. Para eso es necesario identificar los ejes entre los que se han de desenvolver sus actividades  y, una vez definidos, situar en ese campo la vida de las hermandades, identificando la importancia de éstas como ámbito de realización personal, de “perfeccionamiento cristiano”, como propone el Código de  Derecho  Canónico  (cfr. c.298).

eficienciaA veces me han reprochado presentar una visión excesivamente “empresarial” de las hermandades. Hay quien no entiende que conceptos como dirección por objetivos, planificación estratégica, o externalización de procesos sean de aplicación a las hermandades. Es más, me dicen, meterlas en ese mundo supondría la desnaturalización de las mismas.

Los temas hay que verlos en su conjunto, con visión amplia. Las hermandades presentan dos aspectos perfectamente definidos: son “organizaciones de personas” y también  son “asociaciones públicas de fieles de la Iglesia Católica”.

Eficientes.

Efectivamente las hermandades no son empresas, son “organizaciones de personas”: grupos de individuos que se unen en un proyecto común para alcanzar determinados fines o atender necesidades comunes. Como también son organizaciones de personas  las empresas, las asociaciones de vecinos, un club deportivo o una comunidad de propietarios.

Cualquier organización de personas, para conseguir sus fines –cada una los suyos-, ha de someterse a unos procedimientos de trabajo, comunes a todas, que las hagan eficaces. Necesita establecer un organigrama y definir las funciones de cada uno; aplicar unos procedimientos de trabajo comunes;  modelos de gestión financiera seguros y eficaces; la definición de los objetivos en los que se concreta el futuro de la organización; el plan de trabajo para conseguirlos; establecer protocolos de comunicación interna y externa; formas de atraer y retener a sus clientes, socios, ¡o hermanos!; etc.

Cuando esa organización cuenta con más de cien, o mil, o cinco mil o incluso con más de diez mil personas vinculadas a ella, estas propuestas no son optativas, sino imprescindibles para su supervivencia.

Ya tenemos definido el primer eje: las hermandades son organizaciones de personas que necesitan de los procedimientos y técnicas de gestión necesarios para funcionar de manera eficiente.

Eficaces.

Pero hay otra dimensión, otro eje. Una vez que la organización ha establecido sus procesos y  garantizado  su funcionamiento formal, ha de centrarse en la consecución de sus fines, en ser eficaz. ¿Y cuáles son los fines de una Hermandad, de todas las hermandades?,  los que establece el Código de Derecho Canónico para estas peculiares organizaciones de personas: el perfeccionamiento cristiano de sus miembros, el culto público, la formación, el fomento de  la Caridad y la mejora de su entorno social.

Es ahí, en el espacio que delimitan los dos ejes, donde hay que situar las actividades de la Hermandad, que no son un fin en sí mismas, sino que están encaminadas a conseguir los fines de la Hermandad. La organización indiscriminada de actividades rutinarias que se agotan en sí mismas, sin encaje ni referencias, llevaría  a las Juntas de Gobierno a convertirse, con perdón,  en algo parecido al equipo de animación de un hotel de playa, en el que lo único importante es que los usuarios estén entretenidos y se lo pasen bien.

Desgraciadamente ésa es la sensación que dan algunos denominados “programas electorales”.

Efectivas.

A una Hermandad, como a otras organizaciones de personas, lo que se  le pide, en definitiva, es que sea efectiva, que alcance los fines para los que ha sido creada, por  lo que deberá integrar todas esas dimensiones  organizativas y personales de las que hemos hablado, de forma que todas sus actuaciones, actividades y los resultados vayan en la misma dirección: la mejora personal de los hermanos y, consecuentemente,  del entorno en el que  se desenvuelven.

Para esto puede que sea necesario cambiar el paradigma de Hermandad, pasando de uno puramente centrado en la organización compulsiva de actividades, como el farolero de Alicia en el País de las Maravillas,  a otro más amplio y profundo, que preste atención tanto a la optimización de la gestión,  como a las variables éticas, sociales, antropológicas y teológicas, que debe desarrollar en orden al perfeccionamiento de  los hermanos.

En definitiva: una Hermandad será efectiva cuando sea ámbito de realización personal. De eso hablaremos la semana próxima.