San Lorenzo, diácono y mártir (B)

Lectura del santo Evangelio según Juan (12, 24-26)

En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto.

El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna.

El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará.

Comentario

A quien me sirva, el padre lo honrará

La lectura del Evangelio resalta la fecundidad del martirio, hoy que la Iglesia festeja a San Lorenzo, mártir de la persecución religiosa en el siglo III. «Por la fe de Cristo venció el suplicio del fuego, y el instrumento de su martirio se convirtió en distintivo de su triunfo», puede leerse en el Martirologío Romano. Su grano de trigo cayó en tierra y fecundó la Iglesia. Las palabras de Jesús suenan fuertes, casi terribles: «El que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna». Nuestra resistencia humana se opone a ese aborrecimiento, a esa aniquilación del ego sin la que el Señor ve imposible guardarse para la vida eterna. La recompensa será grande en la otra vida, esa es la gran promesa que viene a traernos Jesús. Los mártires, como San Lorenzo, ya la han experimentado. No por vencer al fuego o a las torturas, sino por aborrecerse de tal modo que no les importó entregar esta vida.

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