Martes de la 29ª semana del Tiempo Ordinario (A)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas (12, 35-38)

«Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, los irá sirviendo. Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos.

Bienaventurados los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela

Comentario

Esta parábola habla de la inminencia escatológica. Su significado aparenta ser distinto para las primeras comunidades cristianas y nosotros, dos mil años después de la Encarnación. Los primeros cristianos esperaban la parusía, la segunda venida de Cristo, glorioso, a la tierra de una manera inminente, la presentían en cada acontecimiento y trataban de estar a la altura. Eso es lo que significa la advertencia de Jesús de estar ceñido y con la lámpara encendida sea cual sea la hora a la que llegue el amo. Por eso bendice a quienes muestran esa vigilancia en las horas difíciles de la oscuridad, los mártires principalmente que son faros de luz en medio de la tenebrosa noche de la persecución. Finalmente, la perícopa contiene la promesa de que Dios premiará a quienes hayan perseverado en la fe y se hayan mantenido fieles aguardando la segunda llegada del Resucitado. Para nosotros, aparenta tener otro significado porque estamos convencidos de que el mundo no se va a acabar todavía y que la irrupción de Cristo no la vamos a ver. Pero esto atenta contra la fe: no podemos estar seguros más que de la Palabra y ella ha de ser nuestra guía a la espera de que en la hora escatológica suenen las trompetas de los ángeles del Apocalipsis. ¿Estás completamente seguro de que verás amanecer mañana? 

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