Sevilla y el Real Monasterio de San Clemente

El Martirologio Romano señala hoy 23 de  noviembre, la festividad de uno de los grandes Padres de la Iglesia y tercer sucesor de San Pedro (Papas Lino, Cleto y Clemente), aparte de festejar este día, veremos cuál ha sido la vinculación de su nombre con la ciudad de Sevilla, así como la vida de clausura de las hermanas cistercienses del Real Monasterio de San Clemente de esta ciudad.

VIDA

San Irineo nos cuenta que San Clemente tuvo el privilegio de conocer y convivir con los apóstoles, así como tratar directamente con San Pedro y San Pablo (según Cartas a los Filipenses 4,3),  por lo que conoció de primera mano las virtudes y bondades de estos dos grandes Apóstoles y pilares de la Iglesia. Hay constancia histórica documentada sobre la fundación de la Comunidad de Filipo, y las conciliaciones que Clemente mantuvo y realizó con la Iglesia de Corintio debido a las trifulcas y enfrentamientos entre esos hermanos  (escritos recogidos por Eusebio de Cesárea en el año 96).

El pontificado de San Clemente, se caracteriza fundamentalmente como símbolo de unión y firmeza de su fe y continuidad del legado recogido por San Pedro y San Pablo, un papado fecundo y carismático, lleno de virtudes; obrando su humildad y sabiduría. Clemente fue deportado al sur de Rusia (Crimea) donde los pocos cristianos que había le solicitaban su intercesión y oraciones a nuestro  Dios, donde el Santo les decía que no eran por sus méritos, sino por la Gracia de nuestro Señor Jesucristo que le había enviado a predicarles en el destierro, para hacerle partícipe de la misericordia y el amor hacia ellos.

Hay un relato en la que se cuenta que los obreros de la minas de mármol sufrían mucho por la sed, porque la fuente de agua más cercana estaba a diez kilómetros de distancia. El santo oró con fe y apareció allí muy cerca una fuente de agua cristalina. Esto le dio más fama de santidad y le permitió conseguir muchas conversiones. Más tarde, un día las autoridades le exigieron que adorara a Júpiter, él dijo que no, que solo adoraba al único y verdadero Dios. El juez ordenó que se le arrojara en medio del Mar Negro, atado al cuello por una soga a un ancla, para que su cuerpo no fuera recuperado y así no se pudieran venerar sus reliquias, pero el mar arrojó el cuerpo de San Clemente de manera que los fieles cristianos guardasen su cuerpo. Los santos eslavos, Cirilo y Metodio, en el pontificado de Nicolás I (858-867), trasladaron el cuerpo del mártir desde Quersoneso a Roma, y lo colocaron bajo el altar del templo a él dedicado, uno de los templos más antiguos de Roma, situado entre el monte Celio y el Esquilino.

Desde 1936 sus reliquias descansan en la Catedral de San Ambrosio de Linares (Chile), siendo probablemente una de las reliquias que descansan fuera de Europa, el traslado de las reliquias fue  a petición del Rector del Seminario Pontificio de Santiago, petición que le concedió el Papa Pío XI.

 SEVILLA Y EL REAL MONASTERIO DE SAN CLEMENTE

La devoción  de San Fernando a Dios y a la Virgen es conocida por todos, así como su vinculación con Sevilla tras el nacimiento de su hijo en la festividad de San Clemente,  lo que hizo que reconociera y mandara construir el Real Monasterio de San Clemente, concediéndoles cédulas reales y privilegios a esta Orden cisterciense, obra que concluyó su hijo Alfonso X, llamado el Sabio.

La  Orden nace en 1098 como una reforma de los benedictinos en Francia, y desde el siglo XI hasta hoy sigue desplegando este carisma suscitado por el Espíritu Santo. Su  vida monacal bebe sus raíces de la vida de los monjes del desierto, siendo los pilares fundamentales la Liturgia-oración, Lectio Divina-estudio y el Trabajo. Como comunidad de hermanas, tienen el carisma de prolongar, en unión con la Iglesia, la Liturgia de las Horas, ejerciendo la función sacerdotal de Cristo, ofreciendo a Dios un sacrificio de Alabanza e intercediendo por la salvación de toda la humanidad.

Las  Reglas de esta Orden que habitan el Real Monasterio de San Clemente son las de San Benito. Ellas se consideran un don dado por Dios y para los que vivimos apartado de esta clausura consideramos  un privilegio para la Archidiócesis de  Sevilla, tener a estas piedras vivas, dedicadas a la oración,  contemplación, caridad y perdón, una gracia concedida por el Espíritu Santo quien las guía en su tarea diaria.

En el espíritu de estas hermanas, sin duda brota su sencillez y humildad, donde hay un lema compartido entre ellas que reza: Nosotras dedicamos cada día un tiempo para la Lectivo Divina que a ejemplo de María, escuchamos, acogemos, rumiamos y esperamos con confianza. Con su trabajo se aseguran  un medio de vida, haciéndose solidarias con los que subsisten de su trabajo, compartiendo con los pobres, dedican su trabajo como un sacrificio de alabanza aunque de ese trabajo salgan cansadas, pero con el corazón más ávido de su trabajo, me cuentan como anécdota que  San Bernardo decía que había aprendido más entre las hayas y abedules que en los libros.

La vida monástica vivida en fidelidad, y por la secreta fecundidad apostólica que le es propia, es en sí misma una manera de participar en la misión de Cristo y de la Iglesia. Movidas por el celo apostólico, sirviendo al Pueblo de Dios y extendiendo su Reino,  orando por la salvación de toda la humanidad y renunciando a la vida material del exterior.

Agradecimientos y fuentes consultadas: Martirologio Romano. A la Priora del Real Monasterio de San Clemente y especialmente a la Hermana Sor Isabel Gallego.

Pedro Rodríguez

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