“No existe verdadero amor sin renuncia, sin entrega y sin sacrificio”

‘Acoger, trabajar y contemplar’ es el lema de María Pemán, una jerezana que sostiene que los seglares tenemos que ser “como Marta y María” y -como ha aprendido en el Movimiento Cursillos de Cristiandad– “debemos cuidar el trípode del cristiano: oración, formación y acción”.

Su trípode se ha ido construyendo desde que era niña, en el seno de una familia “profundamente religiosa”.

Cursillo de Cristiandad es un primer anuncio

El paso a la fe adulta lo dio con 23 años, en un Cursillo de Cristiandad. Una experiencia que, confiesa, “me ayudó muchísimo a afrontar al año siguiente la muerte de mi padre”.  Al respecto, comenta emocionada que su padre dejó escritas varias cartas hablando de su enfermedad, aceptándola y ofreciendo todos sus sufrimientos por sus hijos. “Mi padre unió su cruz a la de Cristo y así yo pude aprender a darle un sentido trascendente al sufrimiento”.

Fue su padre quien precisamente llevó los Cursillos a Jerez, y durante treinta años fue presidente de este movimiento. “Cursillos de Cristiandad es un primer anuncio donde te encuentras con un Dios que es Padre y que te ama infinitamente. Un amor que te cambia”.

“Los jóvenes tienen una idea muy limitada o distorsionada de lo que es el amor”

Además, María desempeña su apostolado en la Pastoral Familiar, junto a su marido Andrés. Todo comenzó con el TeenStar, un curso de educación afectivo-sexual para adolescentes: “Fue un descubrimiento para nosotros. No sólo nos sirvió como padres, sino también para fortalecer nuestro matrimonio y entender cuál es el significado pleno de la sexualidad”. Les pareció tan interesante que comenzaron a impartir talleres para adolescentes.

Esta inquietud por formarse creció y decidieron cursar el Máster de Pastoral Familiar del Instituto Juan Pablo II, “otro regalo para nuestro matrimonio”. A partir de aquí empezaron a colaborar con la Pastoral Familiar, concretamente acompañando a parejas jóvenes y preparándolos para el matrimonio. Y es que María reconoce que hoy, los jóvenes, “tienen una idea muy limitada o distorsionada de lo que es el amor”. Por ello, desde la humildad –María insiste en que ellos no son ni modelo ni ejemplo de nada-, procuran mostrarles “al verdadero maestro del amor: Jesucristo. De Él aprendemos que no existe verdadero amor sin renuncia, sin entrega y sin sacrificio”.

 

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