El Padre José Torres Padilla, cofundador del Instituto de las Hermanas de la Cruz, fue un sacerdote modelo y ejemplar que está camino de los altares. En mayo de 2014 tuvo lugar la apertura de su Proceso Diocesano de Canonización que se clausuró en 2016, y pasó a Roma.
Nació en La Gomera en 1811 en una familia muy religiosa. Y tras estudiar en las Universidades de La Laguna y Valencia, en 1834 llegó a Sevilla donde a través de becas y limosnas logró ordenarse. Cantó su Primera Misa en marzo de 1836.
Fue catedrático del Seminario de Sevilla, consultor del Concilio Vaticano I y canónigo de la Catedral, dignidad que rechazó varias veces y aceptó solo por obediencia. Pero fue un canónigo atípico al que un amigo le regaló los hábitos, y con su paga ayudó mensualmente a más de cincuenta necesitados. Vivió en la plaza de Santa Marta con un albañil y su familia. Su menú era arroz, pan y café. Dormía en un sofá y muy pocas horas. Nunca le dio importancia al dinero y nunca cobró por dar un sermón. Decía: “Dios es más rico que todos los banqueros el mundo. Aun no se le ha visto el fondo al bolsillo de Dios…”.
El sacerdote austero y mortificado por las penitencias era conocido por su categoría intelectual y por su fama de santo y de hacer santos. Le llamaban el “Santero” de Sevilla, por la calidad espiritual de sus dirigidas, como la mercedaria Sor Florencia Trinidad, Madre Sacramento, y la dominica Sor Bárbara de Santo Domingo, que tiene abierto proceso de canonización.
En un confesionario se conocieron en 1862, cuando ella tenía 16 años, Ángela Guerrero, la obrera santa que quiso construir un Calvario, y el padre Torres Padilla, que entonces contaba 51. Dirigida por él, Santa Ángela madurará en su vida espiritual. La orienta hacia el apostolado y al conocer su idea de practicar la caridad “haciéndose pobre con los pobres” la anima a escribir sus pensamientos, que dieron forma al Instituto de la Cruz.
Desde 1883 sus restos descansan en la cripta de la Casa Madre de las Hermanas de la Cruz, frente a la sepultura donde estuvieron enterradas Santa Ángela y Santa María de la Purísima hasta que fueron beatificadas. Allí recibe las visitas de numerosos devotos que solicitan su intercesión.
Gloria Gamito