Construir el futuro con los migrantes y los refugiados: los verbos de la misericordia

Hace ya más de cincuenta años que leo cada día la frase del denominado Calendario del Corazón de Jesús, también conocido como Taco Calendario Sagrado Corazón. Este calendario me ha acompañado siempre, pudiendo encontrar en él, cada día, el santoral, ordinario de misas, devociones, salida y puesta del sol, fases lunares, días que le quedan al año, frases célebres y profundas reflexiones. El día 7 de febrero de este año la frase que preside la hoja del calendario era del Papa Francisco y dice “Nuestros esfuerzos ante las personas migrantes que llegan pueden resumirse en cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar”. Podríamos decir que son los verbos de la misericordia, a la que nos llama continuamente el Papa Francisco. La hoja de cada día del Calendario del Sagrado Corazón, en su reverso, contiene historias, a veces divertidas, anécdotas, curiosidades y pensamientos. En el caso de este día 7 de febrero encontramos una reflexión de Peter Hans Kolvenbach, sacerdote y teólogo jesuita, que fue entre 1983 y 2008 Superior General de la Compañía de Jesús fallecido en 2016, sobre migraciones, conflictos y violación de los derechos humanos que viene muy al caso en relación con lo que pasa hoy en el mundo. Voy a transcribir una parte importante del contenido del pensamiento de P.H. Kolvenbach que podemos encontrar en el Calendario del Sagrado Corazón de Jesús, por su oportunidad en los tiempos que vivimos y la profundidad del mismo.

Dice este sacerdote católico que “donde hay un conflicto, hay una violación de los derechos humanos y, consiguientemente, un movimiento forzoso de la población”. Y nos remite a los derechos de los migrantes, manifestando “Los derechos de las personas refugiadas son frecuentemente violados en su país de origen, durante su huída y después en el país de asilo”. Hemos vivido el tiempo de Navidad hace pocos días y ahí hemos tenido ocasión de meditar sobre la huida a Egipto de la Sagrada Familia, su estancia en este país que no era el suyo y su vuelta a Nazaret. Y también hemos tenido ocasión de meditar, inevitablemente comparándola con la huida a Egipto de María, José y el Hijo de Dios, en la misma tierra sufriente actualmente. Dice P.H. Kolvenbach que “Toda búsqueda de una solución a su desplazamiento debe conllevar el respeto por sus derechos fundamentales”, añadiendo “Hay una conciencia general de que el respeto por los derechos humanos es central en los esfuerzos de prevenir los conflictos”. Hace este sacerdote católico una llamada a todos: “El trabajo con las personas refugiadas no es una mera cuestión de solidaridad, también es una cuestión de justicia, y a todos se nos pide que actuemos para que la justicia sea una realidad”. Es importante esta parte de la reflexión que analizamos y tiene una actualidad inquietante ante la pregunta, ¿Hacemos todos algo, cada uno en su lugar y con sus posibilidades ante esta injusticia global, ante esta falta de justicia ambiental y social? Quizás algunos solo puedan orar, ¿lo hacemos tanto individualmente como comunitariamente?

Nos habla P.H. Kolvenbach de injusticia global. Actualmente, vivimos una globalización que en vez de atenuar diferencias las ha acentuado y generado problemas ambientales, como el cambio climático, con consecuencias muy graves especialmente para los más desposeídos. Dice este sacerdote jesuita: “Las personas refugiadas son un signo visible de la amplia injusticia global y de las violaciones de los derechos humanos”. Y nos llama a la acción cuando dice “Por esta razón, debemos luchar para recuperar el equilibrio, incluso poniendo en cuestión las actitudes y estructuras que discriminan a las personas pobres y oprimidas”.

En el número 310, correspondiente a la semana del 25 de septiembre al 1 de octubre del pasado año, de nuestra revista Iglesia en Sevilla, que todos podemos encontrar cada domingo en nuestras parroquias, Monseñor José Ángel Saiz Meneses, Arzobispo de Sevilla, escribía el artículo cabecera de la revista “Construir el futuro con los migrantes y los refugiados”, llamando, desde la Iglesia, a la reflexión y compromiso ante el fenómeno migratorio, en la Jornada Mundial del migrante y el Refugiado. Nos recuerda las palabras del Papa Francisco, “sobre la necesidad de construir el futuro con ellos, y nos urge a renovar el compromiso para la construcción de un futuro más acorde con la voluntad de Dios, de un mundo donde todos podamos vivir dignamente en paz y donde habite la justicia, donde nadie quede excluido”. Dice Monseñor Saiz Meneses que hay que “superar los prejuicios que nos llevan a considerar a los migrantes y refugiados como extraños y una amenaza para nuestro futuro y, al contrario, los hemos de considerar como una parte del pueblo de Dios, una parte del futuro a construir”. Y nos lleva nuestro Arzobispo a pensar en la parábola del Buen Samaritano que nos enseña que hemos de cambiar el planteamiento y no tratar de descubrir quién de entre los demás es o no mi prójimo”. Insiste nuestro Arzobispo en la idea de que “es el samaritano el que se convierte a sí mismo en prójimo y nos enseña a ser prójimo y nos enseña que la clave para serlo está dentro de uno mismo”. He leído y meditado el libro de Pedro Laín Entralgo Teoría y realidad del otro. Volumen II Otredad y projimidad, de 1961, creo que hace una reflexión que merece la pena leer sobre los conceptos de projimidad y otredad.

Insiste Monseñor Saiz Meneses que “No se trata de descubrir quién es mi prójimo sino de comportarme como prójimo de los demás”. Es el mensaje de Jesús de Nazaret que nos trae de forma tan directa nuestro Arzobispo, “el prójimo no es el objeto de nuestra ayuda sino el sujeto que hay que auxiliar” y la idea esencial que “Ser prójimo significa cumplir el mandamiento del amor haciéndose prójimo de los demás, sobre todo de los más heridos en el camino”. Por ello, dice el Arzobispo “En consecuencia es preciso subrayar que aquí aparece una universalidad del amor que se fundamenta en el hecho de que yo soy hermano de todo aquel que me encuentro, de todo aquel que necesita mi ayuda”. La parábola del Buen Samaritano “ha de ser el criterio de comportamiento, y muestra la universalidad del amor que se dirige hacia el necesitado que se encuentra en el camino, sea quien sea, sin importar de donde venga”. Para Monseñor Saiz Meneses “Mi prójimo es cualquiera que tenga necesidad de mi”. Mi prójimo es ese alumno que nos pide ayuda, ese desposeído que vemos en la puerta del supermercado, el amigo que necesita nuestro apoyo, esas personas que necesitan nuestra sonrisa y un largo etcétera que encontramos en la vida diaria. Nos recuerda el Arzobispo el mensaje de Jesús, “la universalidad del amor que se dirige a todo hermano necesitado, quienquiera que sea”. Y finaliza su mensaje el Arzobispo manifestando que “Con los migrantes y refugiados estamos llamados a construir el Reino de Dios, un Reino de justicia, de fraternidad y de paz”.

Pensemos cada día en quien es nuestro prójimo en relación con el entorno en que vivimos y cómo afrontamos la realidad de la projimidad desde la luz del Evangelio, hay mucho margen para desplegar nuestro amor.

Manuel Enrique Figueroa Clemente

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