Un cuento de Navidad muy real

La Navidad ha pasado y, con ello, el tiempo de luces, alegría y regalos inherente a esta fiesta. Ya comentábamos en este blog el sentido preparatorio del Adviento para la esperanza de la Navidad, recalcando el sentido trascendente de esta.  Hace unos días, un amigo me enseñó una carta que su nieto de 9 meses había escrito a los Reyes Magos. Evidentemente, la carta la escribió mi amigo, pero me dijo que se la inspiraba su nieto. Me ha parecido adecuado, con su permiso, reproducirla en este blog por su profundidad y ternura. La carta dice:

Queridos Reyes magos, Melchor, Gaspar y Baltasar, soy un niño muy pequeñito, tengo nueve meses. Yo no sé escribir, así que esta carta la escribe mi abuelito. Pero yo se la he inspirado cuando lo abrazo, le cojo la mano y, sobre todo, cuando lo miro a los ojos. Los niños os piden juguetes, pero soy muy pequeñito y todavía no entiendo de eso. Pero sí hay una cosa que sé bien lo que es y os quiero pedir. Desde que nací en abril he recibido amor, ternura, cariño, caricias y cuidados, alegría y paz, de mis papás y de toda la familia. También recibí los mismos regalos antes de nacer. No sé de juguetes, pero si sé de amor y ternura, alegría y paz. Por eso, lo que os pido es que nada de esto me falte nunca, ni a mi familia, ni tampoco a los niños del mundo. Muchas gracias, Reyes Magos.

Un niño, con la grandeza de su proximidad a Dios, como ángel en la Tierra, creo es capaz de transmitir, por amor, un mensaje así a su abuelo y que este lo escriba y lo transmita a todos. Hay mucho amor y mucha esperanza en este escrito. También una petición de paz para el mundo, creo que está lleno de trascendencia y por eso me ha parecido bien compartirlo. Un niño, desde su inocencia, pide amor para el mundo, porque sí sabe lo que es, ya que lo ha recibido a raudales desde su concepción donde ya su alma se nutría de todo lo mejor que le daban sus padres, estando en el interior de su madre, y también de los deseos de Dios para el mundo. Ya escribí en este blog que un nuevo nacido, un nuevo bautizado, constituía una esperanza para el mundo.

Hay muchos niños que sufren hoy en nuestro planeta. Esta Navidad ha sido terrible para miles de niños ante la mirada pasiva del mundo, incapaz de frenar, por diferentes razones, situaciones injustas que generan mucho sufrimiento. ¿Cuántos niños y niñas del mundo no habrán pedido esta Navidad amor, seguridad y paz? ¿Cuántos padres han perdido a sus hijos? En la doliente tierra de Palestina han muerto en los cuatro últimos meses más de once mil niños. Una auténtica matanza de inocentes como aquella que perpetró, en la misma tierra, el rey Herodes. En Ucrania, inmersa en otra guerra incomprensible que, como todas las guerras fomenta el negocio de la venta de armas, hay 7,8 millones de niños en riesgo, también con miles de niños y niñas muertos. Hay otros puntos del mundo con guerras, es un problema global diluido, rentable para algunos, y también muchos puntos donde niños y niñas emigran en condiciones increíblemente extremas. Hay puntos del mundo con hambre, sed y enfermedades, donde quizás los niños, ante la necesidad de sobrevivir en un escenario injusto, no puedan inspirar a sus abuelos una carta a los Reyes Magos como la que ha escrito, a través de su abuelo, este niño que vive en un país en paz.

Este niño pide lo esencial, amor, cariño, ternura, cuidados para él y para los suyos, y también para todos los niños y niñas del mundo. Quizás, documentos como este serían necesarios leerlos en la Asamblea de las Naciones Unidas y el pleno del Parlamento Europeo que ver cómo una almita noble nos muestra el verdadero camino.

Enrique Figueroa