Estamos en tiempo de Adviento y Esperanza

Estamos en tiempo de Adviento. Y podemos decir que la palabra que mejor define este tiempo litúrgico es Esperanza, puesto que estamos esperando la venida de Jesús, Dios hecho hombre. Por eso tiene sentido, además, que sea en estos días cuando se celebra la advocación de la Virgen de la Esperanza, nuestra Madre, quien nos lleva de su bendita mano hacia su Hijo.

También estamos, ¿Cómo olvidarlo?, en tiempos de pandemia. Y podríamos decir que una de las cosas que más necesitamos es precisamente Esperanza.

Pero tiene todo el sentido preguntarse cómo hablar de Esperanza a quien sufre en sus carnes la enfermedad; quien se encuentra solo, en la cama de un hospital, temiendo que algún día le digan que lo tienen que trasladar a la UCI y enchufar a un respirador. O hablar de Esperanza a los familiares de ese enfermo, de quien tienen noticias con cuentagotas, y por quien sufren sin poderle abrazar y mirar a los ojos.

Qué decirle a esa persona que a veces no es siquiera capaz de hablar del miedo que tiene a contraer la enfermedad, o a ser transmisora de ella. Y que por ello vive en continua angustia, y no puede mantener unos vínculos sociales normales, que tanto bien podrían hacerle. Ancianos, personas que viven solas, personal sanitario o en situaciones de riesgo continuas.

Cómo hablar de Esperanza a quienes ven peligrar su puesto de trabajo, su negocio, y sobre ellos se cierne un futuro incierto. Y casi no duermen anticipando lo que podrá ser de sus vidas, y la de quienes dependen de ellos.

Cómo hablar de Esperanza a esas familias, que hasta hace poco vivían despreocupadas y felices, y que ahora se encuentran dependientes de una ayuda social o de la ayuda de otros, porque ha dejado de entrar el dinero en casa.

Con el dibujo de este panorama, más bien se podría decir que es tiempo de incertidumbre, y no de Esperanza. Y quizás sea precisamente la incertidumbre la sensación más extendida desde hace unos meses.

Pero no. Hay que decirlo bien alto y claro: ¡Es tiempo de Esperanza!

Entonces, vuelta a la pregunta: ¿Cómo dar razón de esperanza ante todas esas situaciones, ante la incertidumbre que nos corroe?

Puede que haya que cambiar el enfoque… Quizás se trate de preguntarnos:

  • ¿En dónde tenemos puesta nuestra esperanza?
  • ¿En quién tenemos puesta nuestra esperanza?

Para un momento.

Piensa.

¿En dónde? ¿En quién?

Si somos capaces de levantar nuestros ojos, de salir de nosotros mismos, y mirarlo a Él… Si entre nuestras angustias, miedos, lágrimas e incertidumbre, vemos el rostro de Jesús vuelto hacia nosotros, mirándonos con su gran Misericordia, tendiéndonos Su mano. Si nos dejamos acariciar por Él. Entonces, cuando hayamos experimentado su Amor, seremos capaces de mirar de nuevo nuestra realidad con otros ojos. La realidad será la misma, pero nuestra mirada hacia ella será distinta, y por tanto también será distinta nuestra actitud.

Y entonces, sí, podremos decir que hay Esperanza. Porque sabemos Dónde y en Quién la tenemos puesta.

Éste es un camino espiritual que la familia ha de seguir, y que puede no ser fácil. Para ello, desde los Centros de Orientación Familiar diocesanos de Sevilla se ofrece la ayuda necesaria. Puedes encontrarlos aquí.

ESTRELLA LINARES MEDINA
COORDINADORA DE COMUNICACIÓN DE LOS COFS

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