Gabriel López-Cepero y Muru

Fiel cristiano laico
* Sevilla, 22 de agosto de 1874
† Cazalla de la Sierra (Sevilla), 5 de agosto de 1936
61 años

Nació en 1880 en Sevilla y bautizado inmediatamente le impusieron por nombre Gabriel. Sus padres fueron Francisco Teodomiro López-Cepero Angulo, abogado y propietario, y María de los Dolores Muru Lazcano.

Realizó estudios en el internado de los Jesuitas del Colegio de San Luis Gonzaga de El Puerto de Santa María (Cadiz). Contrajo matrimonio canónico en la Parroquia de Nuestra Señora de la Consolación de Cazalla con Teresa Elena María de la Misericordia Ovelar Ovelar, de 26 años, soltera, natural del mismo municipio, el 19 de mayo de 1904. En el momento de su asesinato el matrimonio tenía seis hijos.

El propietario Gabriel López-Cepero fue gestor municipal de Cazalla en lo relacionado con la empresa de aguas, no propiamente representante de la ciudadanía, a diferencia de sus hermanos Mariano (Concejal y Teniente Alcalde en el municipio) y José María (Presidente de Diputación Provincial, de la Unión Patriótica y de la Liga Católica de Sevilla). No obstante, los problemas que en la gestión política tuvo su hermano Mariano con las nuevas autoridades durante la Dictadura de Primo de Rivera le afectaron a ambos notificándoseles la prohibición de entrar en el Ayuntamiento e incluso su deportación; la inspección gubernamental enviada para resolver la situación informó favorablemente sobre el recto proceder de ambos hermanos.

En las difíciles circunstancias padecidas en Cazalla por los católicos (en particular su Párroco Antonio Jesús Díaz Ramos) durante la Segunda República en aplicación de la legislación secularizadora y laicista, Gabriel López-Cepero formó parte de la Junta de Subsidios de la Parroquia que procuraba fondos para su sostenimiento; también, para evitar el entierro por lo civil que priorizaba la legislación, dejó firmada la autorización pertinente para que su cadáver fuese acompañado al cementerio por el clero, con cruz alzada, recibiendo sepultura en tierra sagrada y sobre ella se pusiese la Cruz. Con su actitud procuraba paliar los efectos de una legislación que en Cazalla se había traducido en impedir la salida del Viático a los enfermos; problemas con el toque de campanas; prohibición de uso público del ritual en los entierros e instalación de cruces en las sepulturas; también los centros educativos dirigidos por religiosos; rotulación de las calles; o que el registro de la casa rectoral y la Parroquia en mayo de 1936 bajo acusaciones falsas.

Nada más iniciada la guerra civil, uno de los primeros detenidos por las autoridades fue el Párroco Antonio Jesús Díaz Ramos; durante su cautiverio pudo conocer la destrucción de todo lo que estaba relacionado con la Iglesia en Cazalla y, tras padecer amenazas y burlas, fue objeto de una muerte martirial el 5 de agosto posterior. Nada más producida la sublevación, los ruegos ante el Comité para que esta cristiana y caritativa persona permaneciese en casa por haber padecido la reciente pérdida de un hijo trágicamente (asesinado bárbaramente en Lebrija; era guardia civil), evitó la detención momentánea. Requerido para un arreglo del servicio de aguas que prestaba en el Ayuntamiento hubo de salir y, una vez reparada la avería, fue detenido y enviado a la cárcel en compañía de su hijo José María; allí se reuniría con otros dos hijos (Pedro y Gabriel) y su hermano Mariano, encerrados los tres desde el 20 de julio.

“La Capilla” fue como se denominó la celda en la que estaban los dos hermanos López-Cepero y Muru pues en ella, junto al Coadjutor y otros, se rezaba diariamente el Santo Rosario. El 5 de agosto, sobre las tres de la tarde, todos los presos de la cárcel fueron acribillados a balazos y con bombas. Además de él, entre el más de medio centenar de víctimas se encontraban, además del P. Antonio Jesús Díaz Ramos, sus hijos Pedro y Gabriel, el seminarista Enrique Palacios Monrabá asesinado junto a su padre Manuel Palacios Rodríguez, Cristóbal Pérez Pascual, su hermano Mariano López-Cepero y Muru; Vicente García Manzano fue herido pero consiguió sobrevivir y dar testimonio de lo ocurrido. Al día siguiente recogieron los cadáveres y les dieron sepultura en el antiguo cementerio parroquial, que estaba junto a la cárcel. Con la entrada de las tropas nacionales el 12 de agosto se comenzó a construir en el mismo lugar un mausoleo que fue inaugurado el 5 de agosto de 1938.

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