Miércoles de la 4ª semana de Adviento (C)

Lectura del santo Evangelio según Lucas (1, 46-56)

María dijo:

«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava.  Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre». María se quedó con ella unos tres meses y volvió a su casa.

Comentario

Se alegra mi espíritu
El Magníficat es el más bello canto de alabanza a Dios. Y sólo puede brotar de forma espontánea de los labios de María, la humilde sierva del Señor que se ha fiado de su Palabra. María expresa su gozo inenarrable por la acción de Dios en su vida, exalta la misericordia de Dios y condensa la historia de la salvación del pueblo de Israel en apenas unas líneas. Y eso solo lo puede hacer la más humilde de las criaturas, en la que nunca asomó la soberbia ni el orgullo. Sólo alguien así es capaz de transmitir el cumplimiento de las promesas que Dios ha hecho a su pueblo engrandeciendo su labor. Sólo desde la humildad de corazón es posible ver la obra suprema de Dios y cantar sus maravillas.

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