El maestro de Olivares que fue sacerdote en Nicaragua

Claro Jesús Díaz nació en el Aljarefe y más concretamente en Olivares. Es maestro y sacerdote, Vicario Parroquial en Ntra.Sra.del Rosario.  Ha estado 16 años de misión en Nicaragua con el Instituto Español de Misiones Extranjeras. 

 

El proceso vocacional de Claro Jesús, como él mismo señala, “fue atípico”.

Ingresó en el Seminario Menor de Pilas; de ahí pasó al Mayor donde cursó tres años, pero finalmente decidió salirse para dedicarse a la enseñanza.

Después de media vida entregada a esta tarea –primero en España y luego en El Salvador, país donde participó en una brigada de maestros durante la posguerra- sintió que su vocación renacía. “Aunque saliera del Seminario nunca dejé de estar vinculado a la Iglesia y a mi parroquia. Pero en El Salvador sentí de nuevo, más fuerte, esa llamada que había sentido de joven”.

Cuando regresó ingresó en el Seminario y fue ordenado en 1998. Asegura que su familia “lo asumió bien, con naturalidad” y que él nunca lo vivió “como algo traumático, ya que tenía toda la vida hecha, sino que estaba completamente seguro de lo que hacía”. De hecho, nunca ha dudado de su opción.

Su primer destino pastoral fue la parroquia de Los Corrales y San Martín, donde permaneció casi cinco años y “procuré reavivar el movimiento pastoral y llevar a cabo obras de restauración”.

Pero Claro sentía que Dios le llamaba para servir en la misión. Y así lo hizo, a través del IEME (Instituto Español de Misiones Extranjeras), concretamente en Nicaragua, donde ha permanecido los últimos 16 años. “Primero fui vicario apostólico en Blufy, en una parroquia rural con 60 comunidades y tres barrios más; en total, el espacio geográfico del que me ocupaba era tan grande como Sevilla”, explica Claro.

Esta diferencia con la Iglesia española “me supuso un reto; tuve que adaptarme a una nueva realidad, con gran esfuerzo físico porque pasaba horas cabalgando o caminando, dormía en cualquier parte, etc”. Por este motivo, apunta, allí la vida parroquial suele ser llevada por laicos y los sacerdotes se limitan “por cuestión de tiempo y extensión” a la celebración de sacramentos y a impartir formación para preparar adecuadamente a estos laicos.

Antes de despedirse hace un llamamiento para echar una mirada hacia el país que durante tantos años le ha acogido y rezar por la “trágica y difícil” situación por la que está pasando, porque “desde abril a agosto ha habido casi 500 muertos, represión, tortura, detenciones ilegales, no se respetan los Derechos Humanos, la Iglesia está siendo perseguida…”

 

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