Una vida de misión

María de la Natividad de Olmedo nació en Sevilla. Es Religiosa del Sagrado Corazón de Jesús  y ha sido misionera en Chile y ahora, en Argentina.

De una familia de ocho hermanos, Dios llamó a cuatro para la vida religiosa.

Nati Olmedo, como se presenta, fue una de ellos. Concretamente con 18 años, durante unos Ejercicios Espirituales en su colegio “sentí que Dios me pedía algo más”. Y aunque en un principio sus hermanos dudaban que aguantara más de una semana en el convento –recuerda entre risas-, ya son casi 60 los años que esta religiosa lleva en la congregación del Sagrado Corazón.

Tras superar su etapa formativa fue destinada a Las Palmas, donde pasó tres años. Y cuando, más tarde, fue a Roma a profesar sus votos perpetuos, se ofreció voluntaria a la Madre General para ser misionera en América del Sur. “No lo pensé mucho, simplemente ella dijo que había esa necesidad y yo me puse a su disposición”. Así llegó a Chile, país donde pasó 15 años de su vida. Allí daba clases en un colegio y, además, “trabajaba mucho en la calle con los jóvenes”.

Su carácter abierto, espontáneo y cercano no pasaron desapercibido para sus superiores que le encargaron dirigir la Pastoral Juvenil y enseñar Religión en un instituto.

Confiesa que allí “ha visto y vivido de todo”, porque nunca ha tenido miedo a decir lo que pensaba ni de actuar según el Evangelio. No en vano, tuvo que abandonar Chile “porque me metí demasiado con las bandas y mafias que controlaban el trapicheo de drogas y me amenazaron”. Pasa por este hecho de puntillas, como si no quisiera enturbiar el bonito recuerdo que tiene del que fuera su hogar durante tanto tiempo.

Su siguiente destino, “la Argentina” –como ella dice-, donde están dos de sus hermanos, ambos misioneros claretianos (uno de ellos Obispo prelado de Humahuaca). Allí lleva diez años dirigiendo una residencia para chicas “del campo, sin recursos, que quieren seguir estudiando en la ciudad”. Y eso espera seguir haciendo mucho tiempo, “siempre que Dios quiera”.

Desde luego, podemos confirmar que el ánimo y la energía no le faltan; ni la fe sincera en Dios, “al que tanto tengo que agradecer, al que tanto me ha dado”.

 

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