Una cueva, unos pastores y una estrella

El Evangelio de Lucas (LC, 2,1), el único que relata los hechos en conjunto que representamos en nuestros queridos belenes familiares, que nos traen tantos recuerdos, encontramos el texto «En aquellos días salió un decreto del Emperador Augusto ordenando hacer un censo» y ello explica el viaje de José y María, encinta de Jesús, a Belén. De acuerdo con José Luís Martín Descalzo, en su libro Vida y misterio de Jesús de Nazaret I Los comienzos, el paisaje que José y María vieron cuando en la tarde llegaron a Belén era el de un pequeño poblado de no más de doscientas casas apiñadas sobre un cerro de rocas calcáreas y bancales de olivos, higueras y vides, junto con espacios de pastos para alimento de ganado. Lucas (LC, 2, 6-8) nos dice en su Evangelio: «Y mientras estaban allí le llegó el tiempo del parto y dio luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre porque no tenían sitio en la posada». Debemos pensar en el parto de María acompañada de José en una noche fría en un enclave alejado de lo que son los paritorios en los hospitales hoy. Pensemos la ternura que debió sentir José cuando María le mostró al niño recién nacido, ambos solos en una cueva con animales y con una hoguera como elemento de calefacción e iluminación. No puedo evitar pensar en las madres que pueden estar pariendo en la franja de Gaza en estos tiempos en hospitales bombardeados, en una tierra muy cercana a Belén, donde nació el Niño-Dios; y también en las madres que pueden estar pariendo en la zona en guerra de Ucrania y también en todas las madres que tienen a sus hijos en condiciones  alejadas de lo que la justicia, la razón y la salud requieren. Creo que debería hacernos reflexionar la situación en Oriente Medio, y en otras partes del mundo,  en este tiempo de Navidad, un tiempo de amor y de esperanza. La luz de la estrella, que iluminó la mente de pastores y Magos de Oriente, debería iluminar hoy a los que tiene el poder para cambiar las cosas, y creo que debemos hacer una llamada a rezar para que se arregle esta situación.

Antes del parto, José, en la noche de Belén, no encontró un sitio adecuado para una mujer que estaba a punto de dar a luz en los patios compartidos por personas y animales. A José no le importaba la pobreza, pero sí, con seguridad, la salubridad y el confort de su esposa y del niño que venía al mundo. En su libro Los caminos de Jesús, Remigio Vilariño S. J. dice que como no había sitio en la posada del pueblo, un sitio libre para pernoctar, José y María se fueron a una de las grutas naturales que había en el entorno en las colinas de Belén. En los alrededores de Belén se encuentran muchas grutas naturales, que se utilizaban para guardar animales, mercancías o combustibles. En el libro de Francisco Miguel Willam, de 1937, Vida de María. La madre de Jesús, se describe el escenario que representaban las posadas de peregrinos, denominados con el nombre persa khan o posada pública, o caravasar, ubicadas en las afueras de Belén. También en el libro El Evangelio según Jesucristo, escrito en el año 2000 por el Premio Nobel José Saramago, se describe este tipo de albergues de los caminos. Willam manifiesta que tales albergues consistían en un patio rodeado de altos muros. En el centro solía haber una cisterna y en torno a ellas se acomodaban las bestias, camellos y asnos. Adosados a los muros había cobertizos donde los viajeros acomodaban su lecho. En aquellos tiempos, ya lo hemos referido en un post anterior esta Navidad, el edicto del invasor romano para que cada persona fuese a su lugar de referencia para explicitar sus bienes y así poder pagar los impuestos que les correspondían bajo la dominación romana. Por ello, quizás había afluencia de peregrinos en Belén y, por consiguiente, las posadas públicas estaban completas. En el libro Jesús de Nazaret, de Benedicto XVI, en el capítulo Infancia de Jesús se relata el hecho del nacimiento, y se plantea si era un establo el lugar del alumbramiento o una cueva. Lucas nos dice que «María puso al Niño en un pesebre», esto nos llevaría a la idea de un establo pero, como dice Benedicto XVI, en la región en torno a Belén se utilizan las cuevas, abundantes en la zona, como establos, abundando en la idea de la cueva, con lo cual es compatible la idea del establo con una cueva o gruta. En el libro citado de Francisco Miguel Willam se plantea la pregunta de por qué los posibles familiares de María, familiares de la familia de David, que había en Belén, no los recibieron.

Finalmente, María y José se recogieron en una cueva. Una de esas noches frías de noviembre o diciembre vino al mundo el Niño-Redentor, quizás en el momento del alumbramiento llevaban ya varios días en Belén. Dice Giovanni Papini, en su libro Historia de Cristo, escrito en el año 1921, que los primeros en adorar al Niño-Dios fueron las bestias y no los hombres, refiriéndose a la mula y al buey. Nos recuerda Martín Descalzo, que en el Evangelio de Lucas (2, 6-11) se dice: “Y estando allí, se cumplieron los días del parto”. Hace pensar que ya estaban en Belén y el sagrado alumbramiento no ocurrió la noche de su llegada, lo que sí parece claro es que tuvieron que recurrir a una cueva de las muchas que había en las laderas calcáreas de Belén, nuestro querido portal de Belén, uno de los recuerdos queridos de la infancia que recuperamos cada Navidad en familia. Jesús nació de noche, apoya la idea Remigio Vilariño en su libro Vida de Nuestro Señor Jesucristo en el relato evangélico que manifiesta que el ángel que anunció a los pastores el Nacimiento de Jesús apareció de noche cuando acababa de nacer.

En el silencio de la noche, José encendió un fuego fuera de la gruta para dar calor y poder preparar el alimento necesario para María y el niño recién nacido. En la lejanía se vería un punto de luz en una oscura ladera, una luz que atrajo a los pastores, avisados del milagro que estaba ocurriendo en aquella tierra, dice la tradición por una estrella. En el entorno de Belén, el ecosistema dominante era entonces una especie de dehesa o quizás una estepa con pastos, una extensión abandonada e inculta que se aprovecha para alimento de ganado, y allí estaban los pastores, de acuerdo con el libro Vida de Jesucristo de Giuseppe Bicciotti. Después de las bestias, según escribe Giovanni Papini, vinieron los guardianes de las bestias, es decir, los pastores. L. C. Fillion, en su libro, escrito en el año 1936, titulado Vida de Nuestro Señor Jesucristo, describe con detalle los paisajes del entorno de Belén.

Y un ángel del Señor se presentó a los pastores en la noche esteparia estrellada y fría, y la gloria del Señor los envolvió de luz de esperanza y amor. Los pastores solo se muestran en el Evangelio de San Lucas. Cuando de pequeños, con nuestros padres montábamos el belén familiar, aparte de la Sagrada Familia estoy seguro de que, para todos, los pastores, quizás con ovejas, eran una parte importante del belén. Los que aún conservamos la tradición del belén familiar, y transmitimos la tradición a nuestros hijos e hijas, nietos y nietas, también prestamos mucha atención a los pastores. San Lucas dedica mucho texto a los pastores en su Evangelio: “Había en la región unos pastores que pernoctaban al raso y de noche se turnaban velando por su rebaño”. Los pastores fueron avisados por un ángel y quizás también por la misma estrella que atraía a los Magos de Oriente. Los pastores tenían una actitud muy solidaria con los desposeídos y cuando había necesidades en una familia aparecían con cosas necesarias. Por ello, ayudados por un ángel y una estrella, aquella noche llevaron alimentos y posiblemente cosas de abrigo para aliviar las necesidades de un niño recién nacido y su madre. Una cueva, una estrella y unos pastores, imagen que todos tenemos de la noche del nacimiento de Jesús. Y tras la visita a María, a José y al Niño los pastores se fueron, no sabemos cuánto tiempo acompañaron a la Sagrada Familia, pero, de acuerdo con Martín Descalzo, se fueron con la sensación de que tenían que contar lo que habían visto, “una alegría para todo el pueblo”. Habían sido elegidos “más para contarlo que para vivirlo”, un gran mensaje. El libro de Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, dedica también un extenso párrafo a los pastores. Constituyen los pastores una pieza de gran simbolismo, personas pobres llevando cosas necesarias a una familia que había tenido un niño en una cueva. Nos relata el Papa Emérito, que “Los primeros testigos del gran acontecimiento son pastores que velan”. Con ello, el Papa nos invita a estar atentos a la luz que nos puede iluminar. El Tiempo de Adviento finaliza este próximo domingo, confío que haya sido iluminador para todos.

Mucho se ha reflexionado sobre el significado que puede tener el que sean precisamente los pastores los primeros en recibir el mensaje. Jesús nació fuera de la ciudad, en un ambiente en que por todas partes en sus alrededores había pastos a los que los pastores llevaban sus rebaños. Era normal, por tanto, que ellos, al estar más cerca del acontecimiento, fueran los primeros llamados a la gruta. Naturalmente se puede ampliar inmediatamente la reflexión: quizá ellos vivieron más de cerca el acontecimiento, no sólo exteriormente, sino también interiormente; más que los ciudadanos, que dormían tranquilamente. Quizás eran más sensibles a la gente necesitada; los pastores no formaban parte de la clase dirigente de aquel tiempo. Y tampoco estaban interiormente lejos del Dios que se hace Niño. Esto concuerda con el hecho de que “formaban parte de los pobres, de las almas sencillas, a los que Jesús bendeciría, porque a ellos está reservado el acceso al misterio de Dios”. Los pastores, como ya hemos indicado, no eran precisamente la clase dirigente acomodada de la zona, al revés, quizás fuesen considerados descartados de una sociedad más opulenta, quizás incluso despreciados. Todo un símbolo, Dios se muestra primero a los más pobres. Todo el mensaje posterior de Jesús de Nazaret se basa en la idea de la importancia de los pobres, los desgraciados, los descartados, los desposeídos, frente a una clase dirigente, a poderes políticos, financieros, económicos y sociales que no piensan en ellos como debieran en razón al poder que ejercen de forma egoísta y avariciosa, incrementado la brecha social. Giovanni Papini, en su libro Historia de Cristo, dedica igualmente un apartado a los pastores. Dice el autor citado “Viven los pastores casi siempre solitarios y apartados. Cualquier hecho que ocurra en su vecindad los conmueve. Estaban en vela cuidando sus rebaños durante la noche larga del solsticio cuando vinieron a sacudirlos la luz y las palabras del Ángel”. Y sigue el libro citado “Y apenas distinguieron en la penumbra del establo a una mujer joven y hermosa que contemplaba en silencio a su hijito, y se estremeció su corazón”.

El nacimiento de Jesús, con seguridad el hecho más importante ocurrido en este planeta, está lleno de simbolismos y pasajes de gran profundidad y ternura que nos conmueven. Pasajes que compartimos con nuestras familias y rememoramos en los belenes familiares que hay que mantener para las generaciones futuras. Yo tengo un nieto de casi nueve meses y ya le he mostrado el belén familiar comentándole las cosas que ve sin comprender todavía, pero estoy seguro que guardará en su recuerdo y también trasladará la idea de la importancia de la venida del Niño-Dios al mundo que representamos en nuestros belenes, una tradición que debemos conservar. Deseamos que la estrella que iluminó a pastores y Magos nos dé luz en nuestras vidas favoreciendo en nuestra sociedad el mensaje trascendente que treinta años después de su nacimiento explicó al mundo el Niño-Dios, Jesús de Nazaret, que vino al mundo para redimirnos y mostrarnos el verdadero camino.