III dolor y gozo de San José

Toda la vida de San José fue un acto continuo de fe y obediencia en las circunstancias más difíciles y oscuras en que le puso Dios. Él es al pie de la letra “el administrador fiel y solícito a quien el Señor ha puesto al frente” de su familia” (Lc 12, 42). Desde tiempo inmemorial, la Iglesia lo ha venido venerando e invocando como continuador en ella de la misión que un día tuviera. En los momentos de noche oscura, el ejemplo de José es un estímulo inquebrantable para la aceptación sin reservas de la voluntad de Dios. Para propiciar esa veneración e imitación y para solicitar su ayuda, ponemos a continuación el siempre actual Ejercicio de los siete Dolores y Gozos.

OFRECIMIENTO

¡Glorioso Patriarca San José! Venimos a consagrarte estos siete domingos, meditando en ellos «tus dolores y gozos». Te ofrecemos nuestro corazón; recíbelo y refórmalo según el tuyo, para que todos los días de nuestra vida te sean agradables y merezcan las bendiciones de Jesús y María. Amén.

Antífona (para todos los días): ¡Oh feliz Varón, bienaventurado José! A quién le fue concedido no sólo ver y oír al Hijo de Dios, a quién muchos quisieron ver y no vieron, oír y no oyeron, sino también abrazarlo, besarlo, vestirlo y custodiarlo.

V: Ruega por nosotros bienaventurado San José.

R: Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén

III DOLOR Y GOZO

Del Evangelio según San Lucas (Lc 2, 21)

Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Cumplidor obediente de la Ley de Dios, glorioso san José. La vista de la sangre preciosa que el Redentor Niño derramó en la circuncisión traspasó de dolor tu corazón; pero el nombre de Jesús que se le impuso te llenó de consuelo.

Por este dolor y gozo alcánzanos que, después de luchar en nuestra vida contra la esclavitud de los vicios, tengamos la dicha de morir con el santo nombre de Jesús en los labios y en el corazón.

Padre nuestro. Ave María y Gloria.

Final (para todos los días):
Salve, custodio del Redentor
y esposo de la Virgen María.
A ti Dios confió a su Hijo,
en ti María depositó su confianza,
contigo Cristo se forjó como hombre.
Oh, bienaventurado José,
muéstrate padre también a nosotros
y guíanos en el camino de la vida.
Concédenos gracia, misericordia y valentía,
y defiéndenos de todo mal. Amén.

San José con el Niño en brazos. Iglesia de la Limpia Concepción de Ntra. Señora de Écija. 
Fotos: Adrián Sarmiento López.

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