El papa Francisco preguntaba hace meses ¿Dónde vas Europa? Y rogaba por una Unión Europea más justa, social y solidaria, donde no ocurran las cosas que vemos, como la desigualdad expansiva o la incomprensión con los refugiados, que quizás huyan de las armas que la propia Europa vende a los contendientes.
Todo esto considero da motivos para pensar, y a los cristianos para rezar.
Pero también se nos pide que actuemos. Sigo meditando sobre las conclusiones del último Encuentro de Pensamiento Cristiano de junio, y sobre las acertadas palabras de nuestro Arzobispo don Juan José Asenjo Pelegrina acerca de la participación cristiana en la vida pública, con valentía y sin ambigüedades y, por supuesto, impregnada de la Alegría del Evangelio que expresa el papa Francisco en Evangelii Gaudium. No se puede servir a Dios y al dinero. Algunos separan sus convicciones trascendentes de su actividad empresarial, como si fuera posible.
Hace pocos días el papa Francisco mandó un grito de paz desde el corazón del Cáucaso, como se escribía en el fascículo Alfa y Omega del diario ABC. Decía el Papa: «Estamos llamados a tener la valentía de dejar las convicciones rígidas y los intereses propios, en nombre del amor que se abaja y se da, en nombre del amor humilde«. Grandes palabras unidas a su continua llamada a acabar con la inequidad y el descarte. Europa en su conjunto debe pensar en ello. Y España, en el momento en que vivimos, también. Y los cristianos actuar en la vida pública desde sus propias convicciones evangélicas.
